Portada: Poster/Catálogo 2025 ilustrado por Juan Fuji
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Leer lo que no escuchamos
Por Bárbara Pistoia
“La música es demasiado importante y valiosa para considerarla un mero entretenimiento o algo solamente vinculado a la pasión y tratarla con la ingenuidad con que muchas veces se habla de ella, más digna de un romanticismo decimonónico que del pensamiento contemporáneo. Creo que hoy en día no se puede ser una persona culta sin prestar atención seriamente a la música y todo lo que la rodea”, le dijo Leandro Donozo a Diego Giordano en una entrevista enmarcada en los veinte años de Gourmet Musical Ediciones, para el portal La Canción del País.
Me interesa recuperar esa declaración para impulsar el envío de este mes no solo porque entre las novedades hay un libro suyo —Manifiesto por una musicología punk y otras ideas herejes— que, entre otras propuestas de escucha y escritura, amplifica y profundiza los entrelíneas que se pueden disparar de esa declaración, sino por el potencial en sí mismo. La idea de la completitud culta a partir de la música debería desvelarnos a los que intentamos escribir sobre ella, a los que practicamos la escucha y la lectura sobre ella más allá de lo que un disco, una revista, un influencer, un ranking, un radar de novedades nos diga. Y claro, a los que también solo quieren escuchar música y ya.
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Sé que el deber ser y deber hacer no están bien vistos, pero no hablo acá de un deber en pos de un statu quo, más bien lo contrario: como un horizonte en común, la música es tan importante que leer sobre ella puede llevarnos a donde nuestra no escucha y nuestra vista no están llegando. En ese salto podemos encontrar nuevas diferencias, pero también sorprendernos en acuerdos, otras formas de encuentros y desencuentros para quebrantar la somnolencia de los lugares comunes que acechan la época.
Leer lo que no escuchamos, leer lo que no miramos: leer lo que a priori podemos rechazar y atrevernos a encontrar ahí, al otro lado del gusto personal, un camino de acceso al conocimiento y a los distintos ejercicios culturales por fuera del mero goce del producto cultural. Desobedecer a nuestro gusto a la hora de elegir lecturas musicales puede ser la experiencia más enriquecedora y más gratificante que nos regale la música. Parafraseando a Federico Moura: no seamos esclavos de nuestra libertad, en este caso, libertad de elegir solo por el gusto. Porque es bueno decirlo y recordarlo una y mil veces: la música como producto solo es cuestión de gustos. Toda jerarquización social y cultural, lamento romper corazones, es otra cosa. Aunque no sea novedad, puedo dejar acá otra recomendación a medida: En contra de la música, de Julio Mendívil.
Lo que sí es otra novedad es el libro El motor de Attaque 77, de Gerardo Barberán Aquino, y en la introducción a este trabajo el autor no esquiva su, si se quiere, propia desobediencia: decidió escribir la historia de la banda que hasta acá fue conocida por su pulsión de evitar toda forma de historiarse o dejarse historiar. Pero Barberán Aquino, arduo trabajo mediante, lo logró. En sus palabras: “Fueron siete años de investigación, entrevistas, escritura, una pandemia, más entrevistas, consultas, doble chequeos, reconstrucción de hechos y muchas, muchas canciones”.
Sin esa desobediencia, ¿cuánto de nuestras historias generacionales quedarían en el olvido o al menos sin registro a mano si no se construye una posible biografía musical de Attaque? Porque una biografía musical nunca es solo eso, una vez publicada saldrá de la intimidad que moviliza al autor respecto a la banda y seguirá su curso natural: de biografía musical deseada a biografía generacional, temporal, cultural, social, histórica. Si es la primera piedra lanzada, como parece ser este caso, abrirá la puerta a otras perspectivas (y otras desobediencias). Cada libro es una nueva conversación a punto de darse con señales diferentes.
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La música es tan fundamental que quedarnos sin alguna historia es privarnos de varias piezas para rearmar un mapa mayor a nosotros. No se trata solo de eso que fuimos, ni de lo que somos o seremos, tanto como público, generación, artista, lector, autor, aficionado, etcétera. Se trata de todo el tiempo y contratiempo que solo puede contener la conversación musical. Por eso también es tan indispensable pensar lo que hacemos, cómo lo hacemos, las estructuras que seguimos y alimentamos a tiempo real: desobedecer lo que nos dan como fórmula, como mandato. Ya lo decía Bowie: si algo funciona es porque está vencido.
En Manifiesto por una musicología punk y otras ideas herejes, sin ir más lejos, Donozo deja, entre otras varias, dos pistas abiertas que me parecen muy urgentes y muy a mano para empezar a resolver ciertas encrucijadas que reducen lo musical a un consumo superficial y aspiracional: pensar qué publicamos ahora que existe Internet y pensar cómo contamos lo que queremos contar ahora que los personajes de Capusotto sacaron del closet el modo en el que —la gran mayoría de la sociedad— vemos el mood rockero colapsado de pretensiones y/o adolescentismos tardíos (rockero en tanto músicos, periodistas, público, digamos, del mundo rock y si se quiere, del espectáculo musical en general).
Las dos novedades, ya disponibles en nuestra página, las van a poder encontrar en la Feria del Libro. Este año llegamos al Stand Reunión – Nro. 1720, del Pabellón amarillo (recomendamos entrar por la Av. Cerviño 4476, la más cercana y donde casi nunca hay fila), con más de diez libros que pisan por primera vez la Feria, otras reediciones y el catálogo histórico que ya canta ciento diez publicaciones. Quienes pasen por el stand podrán llevarse estampitas y nuestro ya clásico poster anual.
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