Ilustración de portada: Rosal de Aquí
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Cuando la Música y la Memoria son Mujeres
Por Bárbara Pistoia
“¿Qué sostienen las mujeres?”, se pregunta un poema de Maira Kalman. Verso tras verso, la artista empieza a enumerar y arma una lista que no parece interminable solo porque no es un parecer: es lo que es. Antes de que alguien se ofenda o se duerma, “Los hombres también lo hacen”, claro, “pero no del mismo modo”.
El sostenimiento concreto y material de las mujeres sucede con pocos márgenes de elección, y márgenes que no todas tienen, y en paralelo pone a crecer capas y capas de sostenimientos invisibles. Es un sostenimiento recargado de silencios, silenciamientos y silenciadas: acuerdos implícitos y explícitos que decidieron otros. Algunos ya sepultados, otros apenas cajoneados, muchos revertidos y otros tantos que de modo aleatorio, ocasional, consciente o inconsciente, con sentido de la oportunidad o la resignación, son también sostenidos por las propias mujeres.
Pero hay otra capa para reconocer el modo diferente en el que las mujeres sostienen (sostenemos). De nuevo, unos pocos sellaron una política de muerte basada en que “el silencio es salud”, pero resulta que el silencio es también el sonido primigenio para que la música ocurra. Ocurre la música y con ella ocurren otras muchas formas de atravesar la historia: de escuchar lo que no se escuchaba y de escuchar de otra forma lo que se decía. Y fueron las mujeres las que rompieron ese silencio con una pregunta que atraviesa el karma argentino y se oye a fondo aún en democracia: dónde están.
Son las mujeres las que ponen a parir las preguntas que cambian el curso de la historia argentina. Mujeres llamadas locas. Y una locura que vamos heredando todas cada vez que llegamos con nuestras preguntas, las que no podemos dejar de hacer porque sabemos a fondo lo que se juega y se pierde cuando no lo hacemos.
Locas de allá, de acá, locas argentinas sosteniendo sus hogares y haciendo una ronda que hizo camino internacional hacia los pilares democráticos. Madres y Abuelas de una plaza, de un pueblo que las abraza, pero también madres, abuelas, esposas, hermanas, amigas, trabajadoras y amas de casa. Todo eso junto en cada uno de sus cuerpos que devino en un cuerpo único y representativo del país que queremos: una Argentina con una memoria que no está hecha solo de pasado, sino que es tierra fértil para un mañana igualitario y emancipador.
La conversación musical sostiene y enriquece esa forma de hacer memoria, y también sostiene y pone a flamear esas banderas (ahora con mayúscula inicial) de Memoria, Verdad y Justicia, y da un paso al frente hacia un futuro ideal: en la conversación musical los dinosaurios son los que desaparecen. Y ahí, las historias silenciadas de todas las anteriores aparecen y cantan por todas y por todos la misma canción innegociable de siempre: Nunca Más.
Y claro, no renunciamos a ese futuro. Por eso seguimos escribiendo (y sosteniendo).
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